domingo, 13 de febrero de 2011

¿SOLO BUENOS ESTUDIANTES? Susana Moreu

Marcos tiene 15 años, a los 14 se independizó… a su cuarto, tiene todo un búnker provisto de ordenador, tele, play, teléfono, no necesita nada del exterior… salvo comer y ropa limpia, que mamá a regañadientes le tiene siempre al día. Sus padres están preocupados, porque que no hable con nadie de casa pase, pero que no pegue ni chapa, ¡eso clama al cielo!”


Algo que nos preocupa muchísimo, es el rendimiento escolar de nuestros hijos.

Todos deseamos que nuestros hijos lleguen a ser personas maduras, capaces de tomar decisiones y afrontar sus consecuencias, en definitiva adultos responsables y felices. Qué duda cabe que la formación escolar de nuestros hijos es un ingrediente nada despreciable para tan ambicioso proyecto.

El papel de la familia es determinante en el desarrollo de la personalidad de cada hijo, también en el éxito académico. Si nos preocupa mucho su rendimiento escolar, lo primero que tenemos que tener claro es que no es lo más importante, aunque parezca un contrasentido. Muchos padres están más o menos tranquilos con sus hijos en función de sus calificaciones. Es cierto que es un indicador, pero no el único de que toda va bien.

Igual que cuando ejercitamos solo una parte de nuestro cuerpo, se atrofian las demás, no podemos cargar las tintas solo en una faceta de la vida de nuestro hijo. El problema de nuestro amigo Marcos, como veremos, no es solo que no estudie, para educar de forma integral también nos preocupamos y ocupamos de otros aspectos:

1. Educación en valores.
2. Vida de familia- Responsabilidades familiares adquiridas en la casa.
3. Actividades sociales - Tiempo libre -.
4. Estudio.

En materia de formación y educación, todo está relacionado, todo influye en todo.

Cuando los padres me vienen preocupados por los malos resultados de sus hijos, les suelo preguntar, entre otras cosas, qué encargos tienen dentro de casa, si salen con amigos, qué programas de televisión ven, si pasan mucho tiempo frente al ordenador… Normalmente me miran con desconfianza pensando “esta buena mujer no se ha enterado que a mi hija le ha quedado hasta el recreo…”, ya que esperan algunas “técnicas de estudio” que le ayuden a memorizar...

La mayoría de cualidades necesarias para ser un buen estudiante se forjan fuera del ámbito propiamente escolar.

Si educamos a nuestros hijos dentro de unos valores, estamos poniendo los cimientos para construir una personalidad equilibrada, generosa, con espíritu de superación, que valora el trabajo como medio de crecimiento personal y mejora de la sociedad.

Educamos en responsabilidad, cuando fomentamos el hábito de colaborar en casa. Los chicos que tienen en casa encargos fijos o rotativos, según la edad, ganan en habilidades sociales, son más responsables, trabajadores, solidarios, eficaces, desenvueltos y como consecuencia tienen una mayor autoestima al verse resolutivos.

Enseñar a nuestros hijos cómo administrar su tiempo es vital, ya que es nuestro recurso más preciado. Es normal que nuestros hijos solo busquen divertirse, están en la edad…. De ahí lo importante que es enseñarles a pasarlo bien, el saber disfrutar de nuestro tiempo libre es una virtud… Es muy importante “montárnoslo” bien en familia, sin olvidar que en la adolescencia su atención pasa del núcleo familiar al grupo de amigos. Los amigos ahora son lo primero, antes que la familia y los estudios, se pasan el día con ellos y siguen en casa por teléfono, móvil, chats, internet… Su vida social se centra casi en exclusiva en la escuela. Es muy común ver que chicos estupendos bajan en sus calificaciones por frecuentar “amistades peligrosas”. Los padres no podemos elegir los amigos de nuestros hijos, pero sí el ambiente donde se forjan las amistades: el tipo de colegio y la formación que se imparte, el equipo deportivo, el club… Según sean sus amigos, así van a ser nuestros hijos.

Reducir los ratos que dedican a la televisión, internet, videojuegos, play… les hará ganar tiempo para el estudio o para estar con la familia y los amigos. Es cierto que al igual que dan menos la lata los niños viendo la tele, es muy cómodo “enchufar” a nuestros adolescentes al ordenador… Las consecuencias son conocidas de todos.

Si educamos a nuestros adolescentes en la responsabilidad, saben disfrutar de su tiempo libre, tienen buenas amistades, se mueven en ambientes donde el trabajo es un valor, es más fácil que estén motivados para el estudio, dedicándole el tiempo preciso, para hacerlo bien.

En el TRABAJO Y EL ESTUDIO se mejora siguiendo una serie de hábitos.

De pequeños vimos que nos funcionó bien el seguir una rutina, el mantener unos horarios con el sueño, la alimentación, la higiene... En el estudio también es muy importante seguir una disciplina.

Hábitos de estudio:

-Dedicar un tiempo de estudio todos los días. Un estudiante tiene que dedicar en casa un mínimo de hora y media en la ESO y tres horas en Bachiller, todos los días aunque “no tengan deberes”, porque siempre se puede repasar la lección. Poner una hora fija, desde pequeños, facilita bastante.

-Ambiente de estudio: Intentar que toda la familia esté trabajando. Los padres podemos aprovechar para hacer cosas de casa o trabajo, los hermanos pequeños “sus deberes” (colorear, recortar…). Es difícil estudiar sobre todo cuando no tienen costumbre, en los primeros cursos de primaria, si los hermanitos o los papás están viendo la tele, la radio está a toda pastilla, los pequeños jugando… Entonces parece que “la tarea” es una condena, algo que hay que hacer lo más deprisa posible para ir a jugar, ver la tele con los demás o chatear, conectarse a Internet… cuando son más mayores.

-Tener una habitación fija para trabajar, sin teléfono, sin TV, sin ordenador, sin radio, bien sentados con mesa apropiada, no se estudia en la cama, ni recostados en el sillón bajo las faldas de camilla calentitos... ya que entonces entran ganas de todo menos de estudiar.

-Orden en las tareas: El orden exterior, tener la mesa de estudio limpia y despejada, ayuda al orden interior, a la hora de memorizar, comprender. En el estudio-trabajo conviene empezar por la materia de mediana dificultad, se pasa a mayor dificultad y por último la de menor dificultad. Para eso debemos preocuparnos de saber lo que tienen de tarea, para ir orientándolos cuando son más pequeños. En la ESO, debemos estar muy al corriente de sus exámenes, sus trabajos, para ir soltando cuerda en Bachiller.

-Tenemos que tender a que hagan los deberes solos, sin demasiada ayuda; intervenir solo cuando no haya más remedio, hacerlos razonar. Acudir al profesor particular como último recurso, para ello consultarlo con el tutor. Los niños que se acostumbran al profesor particular, se esfuerzan menos y se distraen más en clase, “… porque ya se lo explica luego el “profe” en casa…”
Como conclusión: estar encima sin atosigar, preguntar qué tienen de deberes, qué te dijo el profesor.... CONTROLAR. Esto requiere tiempo y dedicación por nuestra parte.

-Fomentar la satisfacción del trabajo bien hecho, sobre todo cuando son un poco “desastre”, les hace ganar en autoestima. Si tienen buenas calificaciones, una forma de poner al servicio de los demás sus cualidades es invitar a estudiar a compañeros que les cueste más, ayudar a hermanos más pequeños...
Más que regañar por los objetivos no cumplidos, fomentar y motivar por los objetivos alcanzados.

-En los conflictos de clase no estar siempre de parte del profesor, ni siempre de parte de nuestro hijo. De entrada debemos tomar al profesor como nuestro principal aliado, dando por hecho su profesionalidad; ir predispuestos a lo contrario no beneficia a nadie y enrarece las relaciones. Es frecuente escuchar a padres de hijos conflictivos: “mi niño es buenííísimo”. El no ser objetivos hace de nuestros hijos chicos malcriados y déspotas. No debemos magnificar los problemas, ya que tiene que pasar de todo, hay profesores buenos y no tan buenos, y es muy educativo para nuestros hijos tratar con todo tipo de personas. En los conflictos con los compañeros, lo mejor es no intervenir directamente, sino darle a nuestro hijo las herramientas suficientes, para que se sepa desenvolver; “sentido común”, lo que más fomenta su autoestima es el sentirse querido y aceptado por sus padres.

Todo esto es muy bonito… pero ¿Y si no le da la gana? ¿Y si los conflictos los tenemos dentro de casa? No olvidemos que un adolescente es básicamente “un niño encerrado en cuerpo de hombre o mujer”. Realmente tras esa imagen de “chico duro” no hay más que un niño inseguro, que busca la firmeza que no tiene en nosotros sus padres. Los continuos enfrentamientos entre hijos adolescentes y padres, solo son un pulso con el que el adolescente busca poner los límites. No hay nada que le de más inseguridad que no tener límites, aunque se queje de lo contrario. No podemos ceder ante sus berrinches. Si nos tranquiliza, podemos recordar cuando nos montaba la pataleta en el “súper” porque quería lo que fuera… y, si éramos firmes, al final lo comprendía. Sin embargo, qué resultado tan malo nos daba el consentir… Entonces solo era un capricho, ahora el ceder puede traer consecuencias mayores de cara a su futuro.

La educación requiere esfuerzo y sacrificio por nuestra parte, pero sobre todo sentido común; a veces veremos frutos inmediatos, y otras, seguro, los veremos más adelante.

Pero sobre todo, pedir lo que pueden dar: Ni más ni menos.

Si intentamos evitar a toda costa cualquier sufrimiento tendremos hijos “blanditos”, incapaces de hacer nada por ellos mismos, inseguros. Es frecuente escuchar frases como: “es que le mandan tantos deberes...”, “Es que la profesora le ha tomado manía...”, “Es que como está todo el día estudiando está muy cansado...”

Y lo peor, comentarlas delante de los hijos, para que les haga sentirse víctima del sistema que no se apiada de él, un pobre adolescente…

Debemos borrar la palabra cansado del vocabulario... aunque sea verdad. Un joven en la plenitud de la vida no puede estar cansado. Cansados están sus padres, después de una jornada de trabajo de 12 horas, de no dormir en toda la noche porque al pequeño le están saliendo los dientes…

También está la obsesión entre algunos padres de tener unos hijos “mega-cualificados”, preparadísimos para un mundo competitivo, donde solo caben los “currículum diez”. Nosotros queremos hijos felices, responsables en su familia, maduros, que se saben divertir, por lo cual rinden más en su trabajo. No “ratones de biblioteca”, con multitud de actividades extraescolares, presionados para ser los mejores, y como consecuencia frustrados por la sensación de no llegar.

Queremos educar a nuestros hijos no para ser los mejores, sino para ser mejores personas, y esto siempre es garantía de éxito.


En la adolescencia nuestro papel como educadores es más importante que nunca. En la adolescencia tenemos que dar ese último impulso, mientras los acompañamos de cerca. Sin nosotros se sienten perdidos.

Reproducido de la web http://www.edufamilia.com/ por la Asociación Juvenil Indar

No hay comentarios:

Publicar un comentario